El amor para los griegos
Tal vez el mejor resumen de las concepciones sobre el amor
de los antiguos griegos sea “El Banquete”, de Platón, donde los comensales del
festín, alguno de ellos borracho y otro algo afeminado, dieron su opinión al
respecto.
Comenzó
Fedro el pederasta diciendo que el amor es ante todo carnal, deseo violento y
pasión amorosa, dando como ejemplo máximo el amor del hombre hacia el adolescente del mismo
sexo. Horrorizado, Pausanias le responde que el amor celestial debe
prevalecer sobre el amor corporal. Cuando le toca el turno a Aristófanes no
puede hablar porque tiene un ataque de hipo, con lo cual pasa a opinar
Erixímaco. Él concuerda con la dualidad del amor postulada por
Pausanias, pero extiende la idea de amor a todos los seres del universo haciendo
de él una fuerza cósmica.
Una vez repuesto de su ataque de hipo,
Aristófanes plantea que deben justificarse tanto las formas ortodoxas del amor
como sus desviaciones masculinas o femeninas, sobre la base de la inclinación o
naturaleza individual de cada persona. Decidido a dar cuenta de este "todo
vale", Aristófanes explica por qué hay formas rectas y formas desviadas
del amor recurriendo para ello al mito de los andróginos. Según esta
explicación, en los orígenes existían solamente seres dobles: estaban los
andróginos (con una parte masculina y otra femenina), descendientes de la luna;
también estaban los dobles-machos (con dos sexos masculinos), y descendientes
del sol; y también estaban las dobles-hembras (con los dos sexos femeninos),
descendientes de la tierra.
Cierta vez estos seres, debido a su
soberbia, fueron cortados en dos mitades por Zeus, creando así los hombres y
las mujeres, es decir, seres con un solo sexo. El rey de los dioses les
advirtió que si perseveraban en su impiedad podían volver a ser cortados en dos
mitades, pero que si eran piadosos, serían recompensados permitiéndoles
reencontrar su mitad perdida. El amor no es más que este deseo por encontrar la
otra mitad, restituyéndose así la unidad original: si un hombre ama a una mujer
es porque busca unirse a ella y formar nuevamente el andrógino; si un hombre
ama a otro hombre -por mencionar una forma desviada de amor- es porque busca la
restitución del doble-macho, etc., y lo mismo pasa con el amor lesbiano. Todas
las formas del amor (pederastia, heterosexualidad, etc.) son entonces
legítimas, porque todas tienden a restituir la unidad original. Según esta
teoría debería haber en el mundo un número par de homosexuales como así también
un número par de heterosexuales, con lo cual teóricamente nadie correría el
riesgo de quedarse solo.
Siglos más tarde, Freud reactualiza
esta cuestión no menos polémicamente al afirmar que los niños son
originariamente bisexuales -aunque biológicamente tengan un sexo definido- y
que luego, como consecuencia de ciertas y determinadas experiencias infantiles,
especialmente en relación a los padres, evolucionarán hacia la
heterosexualidad, hacia la homosexualidad o persistirán en la bisexualidad. "Afortunadamente
el mundo hace lentos progresos: hace sólo trescientos años me hubieran
quemado", musitaba el creador del psicoanálisis en el fragor de los
reproches victorianos.
El planteo de Aristófanes es criticado
por Diotima diciendo que tiene una visión del amor como algo individual,
perecedero y que no trasciende lo meramente terrenal. En realidad, un tal amor
es un débil reflejo imperfecto de la
Idea del Amor, universal, perfecta e imperecedera que probablemente
originó la expresión 'amor platónico', siendo la tarea excelsa del hombre es la
contemplación de esta Idea.
Luego de alguna que otra opinión, el
último en hablar es Sócrates, la voz de la sensatez. El maestro de Platón hará
una crítica global a todos, y propone que el amor es deseo de algo de lo cual
se carece (por ejemplo, quien ama las cosas bellas es porque él mismo no es
bello). Esta idea del deseo como carencia es el germen de los desarrollos
posteriores que harán pensadores como Hegel.
Sócrates sigue diciendo que el
verdadero amor, si bien busca poseer al amado no lo hace para autocompletarse
al estilo del andrógino, sino para poder perdurar a través de la especie
(fecundidad). El impulso erótico es, en última instancia, una manifestación del
deseo de inmortalidad, y el hombre se siente feliz en el cumplimiento de ese
fin.
Al amor se accede por diferentes
grados, sigue diciendo Sócrates, que desde los más inferiores hasta el más
superior son los siguientes: a) atracción por los cuerpos hermosos; b)
enamoramiento de un solo cuerpo; c) enamoramiento de todos los cuerpos
hermosos; d) preferencia de la belleza del alma a la belleza corporal; e)
contemplación de la belleza en las costumbres y las leyes; y f) contemplación
de la belleza de los conocimientos y de la belleza en sí. Según se progresa en
esta ascensión, la fecundidad biológica y la espiritual aparecen en relación
inversa, y todo concluye entonces en la contemplación de la belleza en sí, a
través de una experiencia mística.
Pablo Cazau.
No hay comentarios:
Publicar un comentario